Crítica

It, una novela molecular. Federico Bo *

Nací en el mes de febrero de 1980; acabo de cumplir 41. No soy crítico literario; ni me dedico, ni tengo carné. Pero la literatura me interesa, forma parte de mi vida, sin ella, apenas me sostendría. 

El acercamiento a la obra de arte siempre me preocupó. Me he precipitado muchas veces. He tenido que dar marcha atrás. Tomar aire. Volver a empezar. En el tren o en la cama es donde he contabilizado mayor número de horas en esta labor, muchas también retrepado en un orejón. Pocas, sin embargo, acodado sobre una mesa. Subrayo, eso sí, continuamente. En ocasiones, si el tren se zarandea, más que subrayar, hago tachaduras que me escuecen como un escalpelo: ya no sé qué pone ahí abajo. No acabo todos los libros que comienzo; cuando era joven sí; ahora los abandono en cuanto me dan el menor disgusto. No merece la pena. Hay mucho que leer. Anticipo mi predilección por el riesgo. Prefiero el fracaso de los que se la juegan, que el éxito de los que transitan por caminos trillados. Mi regla de medir es respetar a quien cumple lo que promete. Comparto con Ceyles lo que él repite a menudo: "la literatura es un campo de batalla", como el arte en general. Y si lo es para el autor, también habrá de serlo para el lector, supongo. Pues el arte, cito de nuevo a Ceyles, le da a cada cual lo que necesita, o lo que se merece. No estamos, como él confiesa a menudo, ante un autor que busque la belleza, ni la complacencia. Es por ello que sus obras necesitan de la crítica más que otras, quizá. 

Para cerrar este introito añadiría que, paradójicamente (y siguiendo a Montale) el escritor solitario es precisamente el que comunica, no el que traslada 'a su audiencia' la idea consabida. 

Podría empezar (y terminar) diciendo que It es un camino y un caminante. Punto. 
Sí, existe una obra de Stephen King, con un título aparentemente coincidente, pero si lo entendiéramos así, estaríamos cometiendo un error de ‘calco lingüístico’. Este It no se traduce por 'eso'. El autor lo extrae de latín Iter, itineris.

It es una novela –digo- molecular (no diré particular, ni atómica). Busca la razón sencilla, el grano, cada minúsculo detalle; eso es lo que importa. Y concede, al mismo tiempo, a lo pequeño, la mayor consideración. Es molecular, además, porque no está escrita por una mano sino por un cuerpo. Ninguna de sus moléculas queda al margen. Idea que podemos aplicar a los pensamientos, las vidas, las historias… Todas las moléculas actúan sobre la pluma del escritor. No cabe esperar, pues, sino una compleja interacción del ser con el mundo, un proceso fisiológico, psíquico, existencial... Añado: desde el foso magmático de la memoria, y desatados los instintos.

Algo así lanza el proyecto: It ha despertado. Toma conciencia de que está ahí enmedio. Ignora cómo llegó. Pretende recordar su origen, regresar a casa. Le guían las resonancias de su propia historia, la pre-vida en el seno materno. Recrea mil y un avatares de la más variada índole. Desde su ingenuidad patológica no para de hacerse preguntas ‘absurdas’ que terminan desmontando (cuestionando) el mundo y sus instituciones (generando continuas bifurcaciones a cada paso), sin llegar a sitio alguno. Su ignorancia le hace estar en un permanente ‘pasmo irónico’. 
Inadaptación, rechazo, atropellos... Mas, también, deslumbramientos, transferencias…

Su amor al teatro le hace tener una visión un tanto escenográfica de la vida. Actores, máscaras, decorados…

No va solo; dialoga consigo mismo y su derredor con un carácter ‘sinfónico’: presta atención a todo, lo grande y lo pequeño, lo que imagina y lo que ve, lo que sucedió y lo que pudo haber sucedido. 

Resulta imposible comprender un mundo hecho de palabras, sin entrar en esa batalla. Pelear con la gramática, la sintaxis… No olvidemos que a Ceyles le gusta contar historias y jugar con la lengua. 

¿Tal vez deberíamos preguntarnos qué hay de Ceyles en este personaje que nos cuenta su vida? 
Más adelante lo abordaremos.

A It, las historias le van saliendo al paso; el ritmo va imponiéndose a la continuidad de la trama, del mismo modo aleatorio que discurren los recuerdos. 

No existe un principio; el despertar sucede en cualquier momento. No hay eje central; ninguna jerarquía. Hablaríamos de un cuerpo rizomático (Deleuze); no hay un tronco nuclear. 
La gravedad bascula, va de aquí para allá, por un camino de postas que no se atiene a cronología ni a coherencia dramática. 

El significado nuclear es continuamente atacado por los significados periféricos. Del mismo modo, las onomatopeyas subyacentes amenazan cada palabra en su pulcro sonido aceptado, articulado y perteneciente ahora a un sistema (con este propósito se las intenta liberar para recuperar la pureza del manantial). 

La implicitación actúa como una corriente subterránea. Estructuralmente, se producen saltos a la garrocha, bocados a la trivialidad o a la redundancia de continuos actualizadores. Triples saltos, que no tienen que ser mortales. Aunque la caída pueda causar daño, desde mi punto de vista compensa la eficacia. 

It es el principal narrador; su perspectiva se va imponiendo, salvo alguna excepción, cuando toma la palabra un antiguo compañero de reparto (pero aun así: estamos en el ámbito escénico). Él es quien habla, o su cuerpo, por una de sus tantas bocas. Ha ido aprendiendo; responde al acoso con nuevos personajes. Si la situación no es asimilable, la transforma en teatro. 

Podría interpretarse alegóricamente. El hombre actual anda perdido buscando el espacio en el que se reconocía. Al 'caer' de la alienación se estrella con el mundo (queda estampado).

E viaje de It, apenas deja nada sin mencionar. Yo diría que, aparte de interpretaciones abstractas, se trata de un recorrido experiencial. Acaso frustrante: imposible regresar a casa.

Escribir tiene algo de terapéutico, algo de justiciero también.

Conforme camina, va desapareciendo el mundo (ya ha desaparecido). Aquellos lugares asiduos, familiares, ya no están. Aunque él cree recordarlos con todo detalle. It es todo lo que ha desaparecido. ¿Para que he vivido? Interroga al Oráculo Materno. No hay sentido. No hay un sitio al que llegar. Solo el camino. 

El mundo es una ficción, hecha de palabras.

El juego de las máscaras le permite desatar los nudos del orden social y liberar la naturaleza caótica de los instintos. En el subconsciente están todas las respuestas. El mundo obscuro al que se refiere Montale cuando define la poesía, que encuentra ahí sus raíces.

¿Trama? Sí, una premonición es la trama (si se estima, podría desde ahí arrancar un thriler); una visión de niño que anticipa un desenlace. Un hombre persigue a una mujer; la persecución dura toda la novela, hasta que el perseguidor hunde las tijeras en su carne. No puede ser más que él, porque no hay otro.

Los escenarios en It son lugares fuera del tiempo: una sastrería, un anticuario, un cementerio…
el colegio, el teatro, el hospital, la manifestación con la que se tropieza por las calles (una obra de teatro,  el rodaje de una película). Todo sucede al unísono.

La calle está llena de espejos. La música es también un espejo. En el escenario comparece todo. Lo factual y lo contrafactual, lo que está sucediendo y lo que pudo suceder; la sombra cuando hay luz, la luz cuando hay sombra. Simultaneidad en un plano y carácter discreto por otro (las palabras y las cosas). Los que están y los que estuvieron (que nos acompañan siempre, o nosotros a ellos). La instantaneidad, la simultaneidad de lo que hace, siente, teme… 

En esta novela, en la obra de Ceyles en general, la poesía está cuando llega ‘por sus propios pies’; nadie la trae y nadie la expulsa.

¿Elementos fantásticos? Tal vez; nada se repudia. Pero si inmediatamente aceptamos que esa pulsión la encontramos a flor en cada ser humano, continuamente reprimida. No es tanto una cuestión de estilo. En ocasiones soñamos despiertos; una forma de alcanzar lo inalcanzable o de vivir lo inexplicable.

Hospitales, cuarteles, frenopáticos, teatros. Un recorrido grave y artesanal. Atado/desatado por una cuerda que conecta realidad y subconsciente.

Despertar puede traducirse como tomar conciencia: romper con la alienación; abrir de par en par las puertas del subconsciente. 

¿Cuántas personas hay escondidas en nuestro interior? Dicho de otro modo: It es el resultado/la apariencia que ha ido tallando al reprimir las pulsiones socialmente prohibidas, para intentar adaptarse y para repeler las agresiones.

Ceyles ha confesado que escribir es una experiencia exploradora. It es el fiel de ese principio. Aquí me quedaré, de momento.

 

* Federico Bo es un heterónimo de Ceyles, que se ha ofrecido a estos apuntes iniciales. No necesariamente hemos de compartir sus opiniones, pero se agradecen. 

©Ceyles 2021. Todos los derechos reservados

Fotografía perfil autor: Pepe S. Ponce

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